miércoles, 24 de septiembre de 2014

Los forrajes conservados son estratégicos, agregan valor en origen y estabilidad productiva a bajo costo.

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El desarrollo de la ganadería argentina actual es complicado por las políticas productivas y de exportaciones, que no son claras y duraderas; además, el uso sustentable del suelo y la planificación a largo plazo están condicionados por el efecto sojización, entre otros. 

            
          Con esos antecedentes negativos para la producción de carne y leche, sin embargo, hay particularidades que permiten soslayar desde el interior del sistema productivo las desventajas mencionadas, estabilizando la producción a bajo costo. La base de esas alternativas son, como ya lo venimos pregonando, los forrajes conservados. Ya mencionamos también, que los henos y silajes contribuyen a la estabilidad del sistema y bien planificados y confeccionados son alimentos de bajo costo relativo. Una ventaja adicional es el agregado de valor en origen que permite el incremento de la renta y mayor competitividad para los actores de las cadenas de carne y leche. El agregado de valor que aquí estamos planteando tiene que ver con la mayor producción que se puede lograr por hectárea ganadera y de cultivos del propio establecimiento destinados al sistema, así como con la regularidad  de producción y comercialización. Y esto se logra con cuatro patas productivas de estos sistemas que son el pasto, los henos, los silajes y los granos forrajeros.






































En la figura anterior se puede observar que una pata  de la alimentación que hemos incorporado es de granos. Específicamente, el rol del grano de maíz en la alimentación de los rumiantes ya lo tratamos. Lo que vamos a repetir es que no siempre el grano es utilizado bien y mucho menos en forma planificada o programada. El grano estará presente en cualquier sistema en algún momento y utilizado equilibradamente y eficientemente, asegura más producción también a bajo costo. En la misma imagen podemos apreciar las pasturas o los “pastos” que dan la ración de base de los rumiantes. Todas las especies forrajeras templadas y megatérmicas, junto a los pastizales son la base pastoril de todos los sistemas ganaderos, como ya vimos en otra entrega, siendo sólo la alfalfa la que tiene un doble rol importante en pasturas y como forraje conservado. Como venimos demostrando en este blog, solamente con los forrajes conservados complementando a las pasturas y a los granos se puede lograr el potencial de producción de cada sistema productivo a bajo costo. Hoy están dadas las condiciones tecnológicas necesarias para confeccionar buenos henos y silajes. En general, la calidad que se logra con los henos es menor a la esperada. En cambio en los silajes en general se logran calidades acordes al cultivo picado y a lo esperado del mismo. Los contratistas, las exigencias mayores de los productores, la inmediatez entre picado y confección y la utilización de inoculantes van logrando mejores silajes en general. En el caso de la henificación hay más dificultades para lograr buenos henos ya que las condiciones climáticas para el secado y el acondicionado, como el proceso mecánico de acondicionado y confección del rollo o del fardo se extiende en el tiempo (desde el corte hasta la confección) y los procesos se ven afectados por condiciones ambientales no siempre controlables y por decisiones operativas que no siempre son las más adecuadas. Es por ello que insistimos: si lográramos calidades al menos aceptables para henos y silajes, el rol estratégico de los mismos y su bajo costo estarán asegurados. Con la gran ventaja que estarán producidos en el mismo establecimiento y lograrán la estabilidad productiva a bajo costo.