Entrada de opinión relacionada al Blog
Hoy
ya nadie puede negar el avance tecnológico y de rendimientos producido por el
mejoramiento genético en nuevas variedades, que se tradujo en haber triplicado
el rendimiento promedio de maíz en treinta años o tener variedades de soja con
un potencial de producción de 6.000 kg/ha con paquetes tecnológicos innovadores.
Lo mismo pasó en muchas
forrajeras, con mejores variedades, aunque este grupo de especies se
caracterizaron por tener tradicionalmente un mercado ilegal muy alto.
Pero esa
idiosincrasia del productor ganadero argentino ya llegó el productor agrícola. Independientemente de que pueda haber abusos de grandes semilleros que desarrollan biotecnología hay dos cosas que es necesario respetar que son el derecho de obtentor y la patente biotecnológica. Y habría que negociar, en base a la rentabilidad del productor, los otros componentes del costo, de la zona, del acopio y de las retenciones para llegar a un equilibrio razonable, ya que el productor es el motor principal de la cadena, pero involucra a muchos otros actores sociales y productivos.
El porcentaje de semilla
fiscalizada de soja está en niveles absurdos menores al 20%. Sin duda, los criaderos
y semilleros PyMES son los más perjudicados. No es asombroso que esto ocurra en
el país de “La Salada” (un mercado de productos de marcas apócrifas apañado y
promovido aún en el extranjero por las autoridades nacionales).
En Argentina y en el
mundo hay una tendencia a llamar Productor Agropecuario tanto a un responsable
de una agricultura familiar o de subsistencia como a un Empresario (propietario o directivo de una empresa)
sin importar el tamaño. Los agricultores inmigrantes, que muchas veces pasaron
situaciones de supervivencia extrema, ellos y sus ancestros, tienen un
comportamiento que mantienen aún por generaciones que, justificado con explicaciones
recurrentes, no reconocen que ya no son ni siquiera productores sino
empresarios. Muchos de esos Empresarios Productores Agropecuarios
participan de organizaciones que por ejemplo, fomentan las buenas prácticas agrícolas.
El
uso de la semilla legal, motora de una
industria nacional pujante y reconocida en el mundo, ¿no es una buena práctica?
A juzgar por los valores actuales de
semilla legal, pareciera rotundamente que no.
versus
Según mi opinión, tanto las organizaciones agropecuarias como el Estado no encontraron un punto de equilibrio en la materia, ya que hay cada vez menos control y sanción desde el Estado y más semilla ilegal utilizada para hacer un negocio rentable por parte de los empresarios agropecuarios.
Volviendo al cultivo de
soja, siempre hubo un mercado ilegal importante justificado con un derecho
legal denominado “uso propio” de la semilla especialmente en especies autógamas,
que como toda excepción en Argentina sirve para que inescrupulosos empresarios
(chicos, medianos y grandes) que utilizan este cultivo y tantos otros cultivos
para hacer negocios rentables (un fin loable y necesario) dejen de pagar un
pequeño y razonable porcentaje del valor de la semilla como derecho de obtentor
y motor de todo el mejoramiento logrado, que casi sin excepciones ha sido
espectacular.
Ninguno de los que quieren “evitar” ese pago reconocido por ley, ha
argumentado estancamiento del rendimiento o falta de mejores variedades. Al
contrario, son los primeros en utilizarlas, pero ilegalmente.
¿De cuánto dinero o cuál
es el costo de permanecer en la legalidad?: Comprar la mejor variedad, la más
costosa y haciendo uso de lo permitido por la ley actual, como tope máximo
estaría tributando unos 1.000 kg de soja sobre 90.000 kg producidos (equivalente
a tres camiones). Hoy, sin entrar en discusiones estériles, el Estado nacional
se queda con un camión, o sea 30.000 kg en el ejemplo. ¿Cuál es entonces la
razón del que no quiere reconocer una treintava
parte de ese valor de “retención” que paga, seguramente con desagrado y poco
seguro del uso que le dé el Estado? No tengo la respuesta.
Está
demostrado que la rentabilidad del negocio comienza, y es “variedad
dependiente”, con la simiente.
Finalmente
y relacionado con este Blog, de las dos especies que hemos definido como las
más importantes para intensificar la producción, la alfalfa como pasto y el
maíz como grano y como planta entera, la alfalfa por la estructura genética de
sus variedades comerciales (sintéticas, no híbridas) tiene porcentajes de uso
de semilla ilegal alarmantes, a pesar del progreso genético logrado por
mejoramiento en sanidad y productividad. Ese mercado descontrolado, además atenta
contra las posibilidades ciertas de aplicar los avances biotecnológicos
logrados en alfalfa en los últimos años, los que redundarían, paradójicamente
en mayor rentabilidad.
El establecimiento del sistema de la UPOV de
protección de variedades vegetales, así como la adhesión a la UPOV, se
relacionan con lo siguiente:
(a) aumento
de las actividades de fitomejoramiento,
(b) mayor
acceso a las variedades mejoradas,
(c) mayor
número de obtenciones vegetales,
(d) diversificación
de los tipos de obtentor (obtentores privados, investigadores),
(e) mayor
número de variedades vegetales procedentes de otros países,
(f) fomento
del desarrollo de una nueva competitividad industrial en los mercados extranjeros,
y
(g) mayor
acceso a variedades vegetales procedentes de otros países y mejora de los
programas nacionales
http://www.minagri.gob.ar/site/institucional/prensa/index.php?edit_accion=noticia&id_info=120822171448
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